Desnutrición infantil: cuando la pobreza toca el estómago de los niños de Cartagena

La incapacidad de saciar el hambre es quizá una de las peores maneras en las que se manifiesta la pobreza. Muchos niños en la ciudad viven en estas condiciones y se ven obligados a pasar horas y horas con el estómago vacío.

Son casi las 11 de la mañana y Mileidys y sus hijos aún no han desayunado. Su esposo vende dulces en los buses de la ciudad y cada día debe esperar a que regrese para poder comprar algo para comer. “A veces le va mal y a veces le va bien, como todo”, dice.

Arroz con salchichón o arepa con salchichón, esas son las comidas más comunes que se consumen en su hogar. A veces, cuando el hambre acecha y no ha podido cocinar, compra pan en la tienda, y así calma un poco a sus hijos cuando le dicen que tienen hambre. 

Mileidys Tovar es venezolana y llegó a Cartagena hace cuatro años con dos de sus hijos, que hoy tienen 7 y 4 años. En el barrio El Pozón conoció a su esposo y con él tuvo un tercer hijo, quien ya tiene siete meses y aún solo toma leche materna.

Los cinco vivían hace unos meses en ese barrio de la ciudad, pero ante la incapacidad de pagar un arriendo de 200 mil pesos, construyeron una pequeña casa con palos y plástico en el barrio Nueva Jerusalén, donde hoy viven en medio de diversas carencias. Como no tienen servicios públicos, a Mileidys le toca cocinar en leña.

A veces comemos dos veces al día. Cocino al mediodía y en la noche”, dice Mileidys, que ya ha percibido que sus hijos están más delgados. “Antes estaban más gorditos y ahora están bajando de peso”, comenta.

No han ido al médico porque en un aguacero los papeles de sus hijos se mojaron y como son venezolanos no los atienden, por lo que los dolores de estómago y las diarreas que a veces les dan las tienen que tratar en la casa.

Frente a esto a Mileidys no le queda más que apelar a la solidaridad de algunas personas que a veces le ayudan con la comida, y aferrarse a Dios para que su esposo algún día consiga un mejor trabajo, uno que les permita por lo menos velar por la seguridad alimentaria de sus hijos. 

La realidad de Mileidys no es única. En el sector 20 de Enero del barrio El Pozón hay otra historia similar aunque con otros matices.

Rosa María López es madre soltera y son cuatro los hijos que tiene que alimentar. El padre de los menores solía maltratarlos y ahora está huyendo de la justicia.  

Rosa tiene siete hijos en total: cuatro viven con ella, dos están en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y otro está en Bucaramanga. El menor de sus hijos tiene 4 años y el mayor tiene 17. 

“Ahora mismo las condiciones en las que estoy viviendo son bastante críticas porque soy madre soltera y no tengo empleo. Mis hijos en estos momentos no tienen comida, no tengo nada porque si yo no trabajo ellos no comen”, dice Rosa.

Su vivienda está construida en un pequeño lote que cuenta con dos camas, una de ellas sin colchón, donde ella y sus hijos pasan sus días en medio de una situación económica que también les afecta el estómago, a tal punto que una de sus hijas se ha desmayado en varias ocasiones ante la falta de alimentos.

“Dos de mis hijos se encuentran en el ICBF por falta de nutrición y porque el papá los golpeaba. Medio me alimento gracias a la comunidad, porque me hacen una colecta. Me dan arroz, aceite y a veces salgo a ver qué consigo por ahí”, comenta. 

Rosa agradece la solidaridad de sus vecinos, pero asegura que no es suficiente. De hecho, la vivienda en la que vive no es de ella y la dueña le pide que se mude. 

“Yo en verdad necesito trabajar, quiero un trabajo porque los niños son los más perjudicados y no quiero que me los quiten. No quiero perder a mis hijos porque ya tengo dos en el ICBF y uno en Bucaramanga. No quiero que me den nada, solo quiero trabajar”, exclamó.

Rosa reconoce que necesita ayuda, y su mirada refleja la tristeza y la incertidumbre de no saber cómo alimentar a sus hijos, quienes, como todos los niños, necesitan comer para poder estar sanos. 

Estas son apenas dos de quizá cientos de historias que hay en Cartagena de niños que pasan hambre. No por capricho, no porque le tengan apatía a la comida, sino porque literalmente no tienen qué comer.

La pobreza también les afecta y les toca su estómago, les provoca esa sensación incómoda que les hace llevarse las manos a su vientre y que también les duele, porque tener hambre y no tener cómo saciarla es algo que molesta y les estorba para sobrellevar el día. Algo que nadie, y mucho menos un niño, debería sufrir. 


¿Qué dice el Ministerio de Salud?

De acuerdo con el Ministerio de Salud, la desnutrición se define como la expresión última de la situación de inseguridad alimentaria y nutricional de una población. Produce un deterioro de la composición corporal y también la alteración sistemática de funciones orgánicas y psicosociales que en algunos casos son irreversibles. Cuando se habla de desnutrición infantil, se habla principalmente de esta enfermedad en menores de 5 años.  

Según el Departamento Administrativo Distrital de Salud (Dadis), hasta el 14 de mayo se habían reportado 73 casos de desnutrición infantil en Cartagena. En todo el 2021 el total de casos fue de 178.  

Sin embargo, el ICBF muestra unas cifras distintas. Aseguran que en 2021 los casos de desnutrición aguda (bajo peso con respecto a la estatura) fueron 221, mientras que los casos de desnutrición crónica (retraso en la estatura) fueron 3.270.

En lo que tiene que ver con los fallecimientos, el Dadis afirmó que solo un menor murió de desnutrición en 2021. En lo corrido de 2022, a corte del 14 de mayo, no se han reportado muertes.

Pese a ello, cifras preliminares del Dane señalan que fueron cinco los menores que fallecieron por deficiencias y anemias nutricionales en 2021: dos niños y tres niñas.  

Y es que la pobreza está directamente relacionada con que un niño sea más vulnerable a sufrir de esta enfermedad, pues el Ministerio de Salud es claro en definir que los bajos ingresos económicos inciden en la desnutrición, al no permitir que las familias puedan acceder a los alimentos en la calidad y cantidad en que los necesitan.  


En Cartagena las cifras son preocupantes: de acuerdo con el Dane, son 414.537 personas las que viven en condiciones de pobreza monetaria, lo que quiere decir que sus ingresos mensuales no alcanzan a ser los mínimamente necesarios para una canasta básica de alimentos y bienes y servicios.

Otras razones de la desnutrición tienen que ver con el bajo peso de la madre durante el embarazo y el bajo peso del bebé al nacer. En este punto, el Dadis señaló que en lo corrido de 2022 unos 169 niños presentaron bajo peso al momento de su nacimiento.

 Efectos irreversibles

La desnutrición en menores de cinco años puede tener consecuencias irreversibles en el niño. Dice la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Banco Mundial que los efectos pueden darse en el desarrollo conductual y cognitivo, el rendimiento escolar y la productividad.

“Los efectos de la desnutrición crónica influyen de manera negativa en el desarrollo de los niños, particularmente en funciones neurocognitivas como el lenguaje, la memoria, el procesamiento de información y el vocabulario, así como también en el desarrollo psicomotriz e intelectual”, afirman las entidades. 

Ante esto, el Dadis aseguró que las acciones que realizan para contrarrestar la desnutrición van encaminadas a ofrecer los servicios en salud que requieren estos niños mediante su afiliación al sistema, la atención integral extramural para detectar casos, las acciones de vigilancia en salud pública, entre otras actividades de su competencia.  

Sin embargo, uno de los retos más grandes que tiene la ciudad está en realmente poder garantizar la seguridad alimentaria de los hogares en Cartagena, con el fin de que la cifra de niños con bajo peso al nacer y con desnutrición en sus primeros años cada vez pueda ser menor. 


Periodistas
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Editor Cartagena
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Fotografias
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Las imágenes de menores publicadas en este especial tienen los respectivos permisos de sus padres.

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